La Unión Europea cumple 60 años con un nivel de apoyo ciudadano bajo mínimos
Las diferencias socioeconómicas y políticas entre los
estados dificultan su refundación tras el Brexit
Las diferencias socioeconómicas y políticas entre los estados dificultan su refundación tras el Brexit
La Unión Europea (UE) celebra
esta semana su 60 aniversario en medio de la peor crisis existencial de su
historia: Gran Bretaña, uno de sus estados miembros clave, está iniciando el
proceso de salida de la UE. Hungría y Polonia están consolidando en el interior
de la UE su modelo de democracia autoritaria incompatible con los principios
fundamentales del tratado europeo. El apoyo de los ciudadanos ha caído bajo
mínimos históricos (sólo el 35% considera positiva la UE, 17 puntos menos que
en el 2007). Y los populistas euroescépticos y la extrema derecha están
logrando en Europa los mayores éxitos electorales desde la derrota de los
regímenes fascistas en la Segunda Guerra Mundial.
Los ultras ya forman parten del
Gobierno de Finlandia y Eslovaquia y condicionan el de Dinamarca. El Partido por
la Libertad (PVV) es la segunda fuerza política en Holanda y ha provocado un
giro identitario en los partidos liberales y conservadores, como lo ha hecho
también su homólogo (FPÖ) en Austria. Los sondeos mantienen a Marine Le Pen en
la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas en mayo. Y Le Pen,
a diferencia de líder ultraderechista holandés Geert Wilders, tiene un
verdadero partido político detrás con un amplio programa socioeconómico.
Más necesaria que nunca
La UE está en crisis y, sin
embargo, es más necesaria que nunca en el actual e inestable mundo globalizado,
porque el repliegue a los estados individuales y el retorno a las monedas
nacionales, como propugnan los euroescépticos y la extrema derecha, aún
dejarían más indefensos a los ciudadanos y los gobiernos frente al inmenso
poder de las grandes multinacionales y del sector financiero y a las amenazas exteriores
de seguridad.
Hace falta una masa crítica mínima
de un grupo países unidos, como la UE, para poder imponer regulaciones al
sector financiero y a las grandes corporaciones, que gracias a la libertad
total de movimientos de capitales y bienes, han escapado al control de los
gobiernos nacionales y pueden deslocalizar sus actividades y sus beneficios a
su antojo. La UE también es imprescindible para defender con efectividad los
intereses europeos en el actual mundo multipolar desorganizado, para resolver
los conflictos y crisis que se producen en su periferia antes de que afecten a
los países europeos y para proteger a los ciudadanos frente a las diferentes amenazas,
desde el terrorismo a la defensa de sus fronteras.
Los líderes de los Veintisiete quieren
aprovechar la solemne conmemoración de la firma del Tratado de Roma el 25 de
marzo de 1957 para emitir un mensaje común de optimismo en el futuro pese a la
salida británica y para recordar el papel positivo que desempeña la UE en la vida
cotidiana de sus ciudadanos. Pero el texto definitivo de la Declaración de Roma
aún está siendo objeto de complejas negociaciones entre los Veintisiete, debido
a las profundas divergencias entre los países de Europa occidental y oriental
sobre cómo debe replantearse la UE y en especial la mayor o menor apuesta por
una "Europa a distintas velocidades"
Proceso de integración europea
El proceso de integración
europea, que ha traído a sus estados miembros el periodo continuado más largo
de paz y prosperidad de su historia, se inició en medio de las ruinas de la
Segunda Guerra Mundial y de la ayuda de emergencia norteamericana del Plan
Marshall (1948) con la declaración del ministro francés de Asuntos Exteriores,
Robert Schuman, de 1950 y la posterior creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) en 1951
con Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
Pese al revés político que supuso
el fracaso del proyecto de creación de un ejército paneuropeo previsto en el
Plan Pleven (1950) y la Comunidad Europea de Defensa (1952), la firma del
Tratado de Roma, que alumbró lo que ahora denominamos UE, dio el impulso
decisivo a la consolidación del proceso de integración europea a partir de los
seis países fundadores de la CECA. Sucesivas ampliaciones transformaron la
Europa de los Seis en la actual Europa de Veintiocho, que está en proceso de
convertirse en la Europa de Veintisiete.
Seis décadas después, la unión
aduanera se ha convertido en un mercado único y junto a la política agraria se
han desarrollado un amplio abanico de políticas europeas comunes que van desde
la comercial a la exterior, aunque con diferentes grados de efectividad. Europa
se ha dotado también de una moneda común, el euro, y ha puesto fin a la
histórica división continental que supuso el Telón de Acero. La paz se da ahora
por descontada, pero las brutales guerras de la descomposición de la antigua
Yugoslavia en los 90 y la actual guerra civil de Ucrania muestran que lo
impensable puede producirse cuando las tensiones estallan y fracasan las
instituciones políticas, incluso en Europa.
Motivos del desapego ciudadano
¿Por qué la UE, pese a sus
éxitos, ha perdido el apoyo de los ciudadanos? Las causas de este desapego,
según coinciden economistas, sociólogos e historiadores, son fruto del
empeoramiento de las condiciones de vida de una parte creciente de la población
(desigualdad, precariedad, pérdida de poder adquisitivo), de la sustracción de
las decisiones económicas al control y opinión de los ciudadanos a través de la
tecnocracia europea (el 54% de los europeos estima que su opinión no cuenta en
la UE) y del repliegue identitario nacional frente a la inseguridad generada
por la globalización, el fracaso de la integración de los inmigrantes y la
expansión de la ideología islamista en Europa que utiliza como bandera su
voluntad de diferenciación y de rechazo de los valores europeos.
El proceso de diseñado por los
fundadores de apoyarse en sucesivos pasos de integración económica con la
expectativa de que estos llevarían a la integración política ha demostrado sus
límites con la crisis financiera, las carencias estructurales de la unión
monetaria y la adhesión en bloque de los países del Este que ha resultado más
difícil de asimilar de lo previsto.
La integración económica diseñada
por la Comisión Europa y los gobiernos de los principales países en los 80 asumió
la agenda neoliberal de desregulación y liberalización de los sectores y
actividades económicas y de privatización de empresas y servicios públicos. La
creación del mercado único y el euro se utilizó como mecanismo para disciplinar
a los gobiernos europeos que los tecnócratas de Bruselas consideraban demasiado
intervencionistas, como señala el profesor de Harvard Dani Rodrik.
Se diseñó un férreo mecanismo de
control de la política económica bajo el dictado de Berlín, con normas y sanciones
muy precisas sobre el déficit y las recomendaciones económicas, que aún se
detallado mucho más con los nuevos paquetes de reglamentos económicos y el Pacto
Fiscal del 2011, 2012 y 2013. Pero no hay nada parecido sobre un modelo social
común, con condiciones salariales y laborales y niveles de protección social
mínimos garantizados.
El malestar de los ciudadanos por
los efectos acumulativos de las políticas económicas y laborales impulsadas por
la UE durante los últimos 30 años se está dejando sentir ahora con fuerza,
favorecido por la crisis de los partidos socialdemócratas que ahora pagan su
sumisión a los dogmas económicos neoliberales.
La superación de la actual crisis
de la UE, según defiende entre otros el sociólogo y filósofo Jünger Habermas,
pasa por una mayor integración europea que corrija su actual déficit
democrático y social y su sistema tecnocrático de imposición de la política
económica. Otros, como el sociólogo económico Wolfgang Streeck, se muestran más
pesimistas sobre esa posibilidad de una unión política democrática, debido a
las profundas diferencias en la situación socioeconómica y en las tradiciones
políticas de las poblaciones de los distintos estados de la UE y a las fracturas
internas norte-sur y este-oeste.