Tras los atentados de
París, Occidente debería revisar en profundidad la política suicida que
mantiene en Oriente desde hace más de cien años. Europa y Estados Unidos se han
aliado con las fuerzas más extremistas del Islam para obtener y conservar ventajas económicas y políticas a
corto plazo sin preocuparse por las amenazas que esos grupos y regímenes
suponen para el modelo humanista de democracia
occidental, al que consideran su enemigo declarado.
Ya antes de que Occidente financiara y armara a Al Qaeda en Afganistán en 1980, Gran
Bretaña, Francia y EEUU habían financiado a grupos extremistas, como los Hermanos Musulmanes en Egipto para
atentar contra el presidente Gemal
Abdel Nasser y hacer fracasar su régimen reformista secular. También se
usó a los grupos islámicos más extremistas en Irán de 1950 a 1953 para sabotear
la revolución secular nacionalista de Mohammed Mossadeq y facilitar el golpe de Estado de 1953.
Londres traicionó a su aliado de la primer guerra mundial, el
rey Hashemita Hussein ben Ali, y
apoyó a Adeblaziz Bin Saud para
que tomara el control de La Meca
y Medina y conquistara Arabia de
1920 a 1932, pese a que eso supuso la expansión del islamismo extremista
wahabí, que legitima el extermino de quien no comparte su interpretación
sectaria del Islam del siglo VII y que considera a Occidente y a sus valores el
enemigo a destruir. Las fuerzas saudís impusieron un régimen de terror, en el que los miembros de las demás tribus
tuvieron que escoger entre convertirse al wahabismo o ser ejecutados. Es la
misma política que aplica ahora el Estado Islámico, ya que comparte la misma
doctrina wahabí, conocida en Occidente como salafismo (al salaf, compañeros del Profeta).
Arabia Saudí exporta desde mediados de 1970 la ideología
yihadista a Europa, África y Asia, a través de la financiación multimillonaria
de mezquitas, escuelas
coránicas, organizaciones teóricamente caritativas y de la difusión de las
obras de los teóricos de la yihad armada,
como Abdulá Azzam, Sayyid Qutb y Sayyid Abul Ala Maududi.
Existen numerosos libros que detallan las alianzas occidentales
con los extremistas islámicos, como 'Secret Affairs', de Mark Curtis;
Hatred's Kingdom, de Dore Gold; Devil's Game, de Richard Dreyfuss; y
Sleeping with de Devil, de Robert Baer.
Alain Chouet, ex responsable de los servicios inteligencia de la
seguridad exterior de Francia, ya señaló este verano que la Unión Europea (UE)
y EEUU "tienen como aliados a aquellos países que patrocinan el terrorismo
yihadista desde hace 30 años", en referencia a Arabia Saudí, Catar y las demás monarquías del Golfo. Las
exportaciones multimillonarias de armas de Occidente a esos países, los
suculentos negocios de las grandes compañías y el poder financiero de los
petrodólares han hecho que la UE y EEUU prefieran cerrar los ojos.
El Estado Islámico, que antes se llamaba Al Qaeda Irak, ha
estado financiado desde Arabia Saudí y no hay pruebas de que el flujo de fondos
se haya interrumpido. Arabia Saudí, Catar y Turquía financian y arman
abiertamente a la filial de Al Qaeda en Siria, el Frente Al-Nusra, y a los
salafistas radicales de Ahrar al-Sham. Estos grupos extremistas dominan la
coalición rebelde siria….
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