El Blog de Eliseo Oliveras sobre política internacional. Una mirada crítica y sin compromisos desde la capital de Europa sobre las claves, el funcionamiento y los entresijos de la Unión Europea (UE), de la OTAN y de sus estados miembros.

Ashton suspende su prueba de fuego en Libia

Catherine Ashton, 'ministra' europea de Asuntos Exteriores



La gestión europea de la revuelta árabe en Túnez, Egipto y especialmente en Libia ha supuesto un clamoroso suspenso para la ministra europea de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, y ha confirmado que su elección constituyó un garrafal error desde el punto de vista de los intereses de la Unión Europea (UE).

Ashton, en lugar de orientar y promover una acción rápida y efectiva de la UE, se ha limitado a convertirse en la mera portavoz de la divergencia de los Veintisiete, debilitando así la posición e influencia internacional de la UE.

En lugar de impulsar una política exterior europea coherente y de convencer a los reacios, Ashton se ha acomodando al mínimo común denominador y al ritmo de Italia, el principal socio y valedor del dirigente libio, Muamar Gadafi.

Con una preocupante falta de coraje político y de visión global, Ashton ha dejado que la UE vaya a remolque de las iniciativas políticas norteamericanas y de la OTAN, propiciando que sea Washington quien dirija la reacción internacional en una zona que constituye la frontera inmediata de Europa y que tiene un impacto decisivo para la UE.

Ha tenido que pasar casi una semana de represión brutal y matanzas de civiles por parte del régimen autoritario de Gadafi para que Ashton declare que “es tiempo de plantearse” sanciones contra los dirigentes libios. Unas sanciones que además aún pueden tardar varios días en hacerse efectivas.

En estos momentos, con centenares de muertos y quizás miles de víctimas civiles de la represión de las autoridades libias, aún la UE no ha emitido una declaración oficial de condena en la que explícitamente se responsabilice a Gadafi de esas matanzas, como si se temiera que pudiera recuperar el poder y amenazar los cuantiosos intereses económicos europeos en Libia.

En los pasillos del Consejo de la UE, el comentario más coincidente es que la gestión de esta crisis hubiera sido muy diferente si Javier Solana hubiera seguido al frente de la política exterior europea.

La UE, prisionera de sus negocios con Gaddafi

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y el dirigente libio, coronel Muammar Gaddafi


Al igual que ocurrió con Túnez y Egipto, la Unión Europea (UE) se encuentra prisionera de su actitud hasta ahora más que complaciente, e incluso servil, con el régimen autoritario libio del coronel Muammar Gaddafi. Si en el caso de Túnez y Egipto el respaldo diplomático europeo obedecía sobre todo a consideraciones políticas de contención de la teórica amenaza islamista, en el caso de Libia está determinado principalmente por intereses económicos.

La UE, a través de la ministra europea de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, ha condenado esta noche la brutal represión del régimen, ha deplorado la muerte de los manifestantes y ha defendido las “legitimas” reivindicaciones de reformas políticas de la población. Pero estas declaraciones llegan, una vez más, tarde, después de demasiados años de actitudes y comportamientos destinados exclusivamente a complacer a Gaddafi.

Incluso esta noche, con decenas de víctimas mortales de la represión encima la mesa, el ministro italiano de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, parecía más preocupado por el riesgo de que se intensifique la llegada de inmigrantes sin papales a Europa y el ministro checo, Karel Schwarzenberg, insistía en que si cae el régimen autoritario de Gaddafi “habrá catástrofes en todo el mundo”.

Los líderes europeas se han esforzado a lo largo de la pasada década en intentar aparecer como los mejores amigos de Libia, han recibido o visitado con gran pompa a Gaddafi y han hecho la vista gorda ante sus excentricidades para obtener permisos de exploración y extracción de hidrocarburos y contratos millonarios de suministros y obras públicas para sus respectivas compañías nacionales.

No sólo ha sido el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, sino también el presidente francés, Nicolas Sarkozy, el antiguo primer ministro británico, Tony Blair, e incluso el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que recibió a Gaddafi en la Moncloa en diciembre del 2007 y visitó al dirigente libio en Trípoli en junio del 2010. Hasta el rey Juan Carlos se desplazó a Trípoli en enero del 2009 para promocionar contratos para las empresas españolas.

Todas las grandes compañías petroleras europeas tienen rentables negocios en Libia: la española Repsol, la británica British Petroleum, la francesa Total, la italiana ENI o la austriaca OMV. Además las constructoras europeas y españolas consiguen periódicamente suculentos contratos de Trípoli.

La UE ni siquiera titubeó en humillarse y disculparse públicamente el 27 de marzo del 2010 a través del entonces ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por haber incluido a 188 ciudadanos libios en una lista de personas vetadas en el espacio europeo sin fronteras de Schengen, a raíz del conflicto entre Suiza y Libia por la detención de un hijo de Gaddafi en Ginebra por maltratar a sus personal doméstico.

La UE incluso se mantuvo impasible y silenciosa cuando Gaddafi adoptó represalias económicas, comerciales y humanas contra Suiza porque ese país había intentado hacer respetar la ley en su territorio, ni cuando efectuó un llamamiento a la guerra santa contra Suiza, ni cuando expresó el deseo de que ese país fuera barrido del mapa.

El respaldo libio en los 70 y 80 a grupos terroristas, incluida ETA, y su vinculación a diversos atentados terroristas en Europa, condenó al régimen de Gaddafi al ostracismo y a las sanciones internacionales. Pero la asunción de su responsabilidad en el atentado que destruyó el avión de Pan Am en Lockerbie en 1988 y el pago de una indemnización de 3.600 millones de euros condujo a la suspensión de las sanciones de la ONU en 1999 y a su levantamiento definitivo en el 2003.

La promesa de Gaddafi en diciembre del 2003 de renunciar a cualquier programa de armas de destrucción masiva mejoró sustancialmente sus relaciones con la UE y EEUU.

Italia, donde Libia mantiene importantes participaciones accionariales en empresas clave como ENI, Unicredit, Fiat, Finmeccanica, Olcese y el equipo de fútbol Juventus, es el principal valedor de Gaddafi en Europa.

El fondo soberano de inversiones Libyan Investement Authority, con unas reservas monetarias estimadas en más de 50.000 millones de euros, constituye además una importante herramienta económica para ablandar posiciones políticas en los actuales tiempos de crisis. El régimen de Gaddafi tampoco ha dudado en utilizar el problema de la inmigración ilegal como otra arma para presionar a la UE.

Bélgica se autoproclama campeona del mundo de país sin Gobierno

Carteles en neerlandés y francés de la protesta estudiantil "Revolución de las patatas fritas" 


Bélgica proclmó ayer anticipadamente haber batido el récord mundial de país sin Gobierno, destronando a Irak, 249 días después de las elecciones del 13 de junio. Las profundas divergencias entre los partidos de la mayoría flamenca y la minoría francófona sobre la reforma del Estado y la financiación de las regiones alejan cada vez más la posibilidad de un compromiso.
Sin embargo, esta triste autoproclamación anticipada de récord mundial, promovida por los políticos y los medios de comunicación, constituye una prueba más de que el país ha perdido la cabeza, porque en realidad Irak estuvo sin Gobierno 289 días, desde el 7 marzo hasta el 21 de diciembre del 2010, fecha en que el Parlamento aprobó al nuevo Ejecutivo. Los partidos iraquíes necesitaron 249 días para llegar a un principio de acuerdo, pero el país aún estuvo 40 días más sin Ejecutivo hasta que el Parlamento iraquí llegó también a un consenso para ratificarlo.
Incluso, la anterior crisis política belga del 2007-2008 fue más larga que la actual, porque el país necesitó 282 días para lograr un Gobierno salido de las elecciones del 10 de junio del 2007. Pero el contador de esa crisis se interrumpió artificialmente el 21 de diciembre cuando se transformó al Gobierno dimisionario en Gobierno provisional.
De todos modos, la nueva crisis interna belga parece destinada a batir cualquier récord. El rey Alberto II ha porrogado hasta el 1 de marzo la misión del enésimo mediador, el liberal francófono Didier Reynders (uno de los perdedores de los pasados comicios), en medio de cruces de reproches entre los partidos y de un escepticismo generalizado.
Ante el bloqueo político, unos miles de universitarios se manifestaron ayer en Bruselas, Lovaina-La Nueva, Lovaina, Lieja, Gante y Amberes para criticar la actitud de los dirigentes políticos y rechazar la posibilidad de escisión del país bajo el lema «la revolución de las patatas fritas», símbolo gastronómico nacional compartido tanto para flamencos como francófonos.

Las movilizaciones, más festivas que políticas, fueron más numerosas en la comunidad francófona que en Flandes, con 1.000 estudiantes en Bruselas y 1.500 en Lovaina-La Nueva, pero inferiores a lo que esperaban sus organizadores. La apatia domina y el país se descompone. 

Bélgica, el país de las huelgas salvajes

Caos circulatorio por la huelga salvaje del transporte público en Bruselas el pasado 15 de febrero


Bélgica se distingue por la predisposición del personal de las empresas de servicios públicos, especialmente de transporte, por declararse en huelga sin previo aviso y sin preocuparse en lo más mínimo por los perjuicios que causan a los usuarios o a la economía del país.

La última de estas proezas fue la huelga salvaje que dejó al millón de habitantes de Bruselas sin metro, ni autobús, ni tranvía durante toda la jornada del pasado martes 15 de febrero. Esto provocó un monumental caos circulatorio en toda la capital y zonas limítrofes y multitud de problemas escolares y laborales. Mucha gente se vio obligada a realizar sus habituales largos trayectos urbanos a pie.

El desencadenante de la huelga fue la supuesta agresión de un conductor de metro en la estación Balduino al final de la tarde de la víspera. Sin embargo, las cámaras de vigilancia de la estación revelaron posteriormente que fue el conductor de metro quien propinó en primer lugar un puñetazo a un pasajero en el andén tras una discusión.

Al parecer, en opinión de los conductores y de la compañía de transporte público (STIB), el pasajero debía haberse dejado agredir, en lugar de defenderse a continuación, como ocurrió.

Entre los usuarios sorprendió además que la dirección de la compañía amparara en declaraciones públicas la huelga salvaje, sin preocuparse del millón de ciudadanos que quedó tirado literalmente en la calle, y que ni siquiera intentara establecer unos servicios mínimos.

La Sociedad de Transporte Intercomunal de Bruselas (STIB) se limitó a colocar en su página de Internet un certificado sobre la huelga general que podía imprimirse como justificante para presentar a las escuelas y a las empresas.

Ante la acumulación de agresiones físicas reales en la red de transporte público de Bruselas, sobre los empleados y los pasajeros, bastó el rumor de una nueva agresión a un conductor para que el personal de inflamara y desencadenara la huelga salvaje.

La degradación de la seguridad pública en amplias zonas de Bruselas también afecta a la red de transporte público: metro, autobús y tranvía. Pero pese a las promesas de la dirección de la Sociedad de Transportes Intercomunales de Bruselas (STIB), muy poco o nada se ha hecho para corregir esa situación. La ausencia de Gobierno en Bélgica desde hace ya 248 días mantiene también bloqueadas las promesas de financiación para reforzar la seguridad de la capital belga.

Merkel toma las riendas de la UE

La cancillera alemana, Angela Merkel, en la cumbre europea del pasado 4 de febrero en Bruselas 



La cancillera alemana, Angela Merkel, ha tomado definitivamente el timón de la Unión Europea (UE). Apoyándose en la fortaleza económica de Alemania y aprovechando la falta de liderazgo en las instituciones europeas, Merkel ha estado pilotando Europa con discreción en los últimos años con la ayuda de Francia, su tradicional aliado estratégico. La crisis de la deuda soberana de la zona euro ha reforzado el protagonismo de Merkel y ha mostrado claramente que es ella la que decide el qué, el cómo y el cuándo, en especial en materia económica, aunque las propuestas lleven la firma conjunta de Berlín y París.
Alemania representa casi el 27% de la economía del conjunto de la zona euro, es el principal contribuyente neto al presupuesto de la UE y es el país que ha logrado un mayor crecimiento tras la recesión (3,6% en el 2010). Alemania asimismo es uno de los pocos países que ha logrado reducir sustancialmente su tasa de paro, que se situó en el 6,6% en diciembre frente al 10% de media de la zona euro.
Bajo el anterior canciller, Gerhard Schröder, Alemania ya decidió abrir una nueva era, en la que se reconociera su papel de gran potencia y en la que dejara de tener que disculparse permanentemente por su pasado. Merkel ha dado un paso más y ha establecido el papel determinante de Alemania en Europa.
Cuando el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, daba por muerta la reforma institucional de la UE tras el fracaso del proyecto de Constitución Europea, Merkel impulsó y logró un nuevo tratado (el Tratado de Lisboa) que rescatara el 90% de la fallida Constitución Europea. Fue también Merkel quien en el 2007 consiguió que los líderes de la UE asumieran la ambiciosa estrategia europea para luchar contra el cambio climático.
Ahora, el nuevo gobierno económico que se está acabando de diseñar en la zona euro lleva su impronta y tiene una inspiración claramente alemana: control reforzado del déficit y la deuda pública, endurecimiento de las sanciones y supervisión previa de los borradores de presupuestos nacionales.
Sus titubeos al estallar la crisis financiera de Grecia a principios del 2010, que retrasaron la creación del fondo de rescate y agravaron el problema, también demostraron que era Merkel quién marcaba el ritmo de las decisiones europeas y quién fijaba las condiciones, aunque el presidente del Eurogrupo, el primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker, o el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tuvieran otras opiniones.
El pacto de competitividad, que introducirá una estrecha coordinación en la política laboral, social y tributaria de los países de la zona euro, es un nuevo ejemplo. La iniciativa, concebida por Berlín, fue presentada públicamente por Merkel y Sarkozy, justo antes de empezar el debate sobre el tema en la cumbre europea del pasado 4 de febrero, lo que muestra la determinación alemana de hacer prevalecer sus planes pese a la oposición anunciada a los mismos.

Las críticas de los líderes europeos al diktat alemán en la cumbre, no frenaron el pacto de competitividad, sino la discusión del contenido del mismo ha comenzado ya imparable, con Francia a remolque de las iniciativas alemanas para no perder peso e influencia política en el seno de la UE.
Ante la lentitud y farragosidad de los procedimientos comunitarios, Merkel propone avanzar en la convergencia económica de la zona euro a través de acuerdos intergubernamentales. Esto supone también un cambio cualitativo, que fortalece el poder de Berlín y el eje franco-alemán y debilita políticamente a la Comisión Europea.
Además, la influencia de Merkel no se limita a la esfera económica, sino que también aparece con más fuerza en el ámbito diplomático, aprovechando la escasa talla internacional mostrada hasta ahora por el presidente de la UE, Herman Van Rompuy, y por la ministra europea de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton. Por ejemplo, el nuevo primer ministro tunecino, Mohamed Ghammouchi, llamó precisamente a Merkel el pasado jueves para anunciarle un conferencia internacional en Cartago sobre las reformas políticas y económicas del país y pedirle el apoyo de la UE. 

Huelga de sexo a la belga

La senadora socialista flamenca, Marleen Temmerman, promotora de una huelga de sexo para acabar con la crisis política belga


Los belgas ya no saben que hacer para sacar al país de su paralizante crisis política sin fin, ni para aguijonear a los políticos para que pacten la formación de un Gobierno, y a veces caen en el ridículo. Casi ocho meses después de las elecciones legislativas del 13  junio, la posibilidad de llegar a un acuerdo para reformar el Estado y constituir un Ejecutivo paracen más lejanas aún que el primer día.

En medio de este marasmo político, la senadora socialista flamenca Marleen Temmerman, en busca de un titular fácil y de llamar la atención, propone que los compañeros sentimentales de los dirigentes políticos que negocian el acuerdo gubernamental declaren «una huelga de sexo» hasta que no se forme el Ejecutivo.

Temmerman, ginecologa de profesión, formuló inicialmente su propuesta dirigida a las «esposas», pero luego matizó que la propuesta iba dirigida a los «compañeros» sentimentales de los negociadores políticos, ya que uno de esos líderes es homosexual y varías dirigentes clave de los partidos que negocian son mujeres.

La senadora explicó que su iniciativa se inspiraba en una huelga de sexo realizada por las mujeres de Kenia en el 2008. En realidad, aunque Temmerman lo desconozca, esa idea procede de la célebre obra teatral Lysistrata de Aristofanes (411 antes de nuestra era), en la que la protagonista fomenta una huelga de sexo para acabar con la interminable Guerra del Peloponeso.

No consta que nadie haya seguido ese llamamiento. Pero la senadora ha salido del anonimato, aunque a costa de cosechar un alud de duras críticas de todos los frentes, desde los comentaristas políticos hasta los grupos feministas, pasando por los internautas.

Temmerman se defendió de esas críticas precisando que su propuesta se sitúa en el mismo ámbito irónico que la iniciativa del mes pasado del actor Benoit Poelvoorde, que efectuó un llamamiento televisivo a los varones belgas a no afeitarse la barba hasta que hubiera un Gobierno en el país. «Ante la eternización de la crisis política se puede caer en el cinismo o bien se intenta lanzar una iniciativa con un poco de humor», se justificó ante la cadena televisiva RTL.

Como señaló el prestigioso editorialista del diario flamenco Het Laatste Niews Luc Van Der Kelen: «Si los mismos políticos no llegan a izarse por encima del nivel de una comedia adolescente de una cadena televisiva infantil, el país está realmente en peligro».

Europa se juega su futuro

El presidente de la UE, Herman Van Rompuy, con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la cancillera alemana, Angela Merkel durante la cumbre europea del 4 de febrero del 2011 en Bruselas

Europa se encuentra en la encrucijada. De las decisiones que se adopten a lo largo de los próximos meses dependerá qué papel desempeñará a económica y políticamente en las próximas décadas y cuál será el nivel de bienestar y seguridad que podrá ofrecer a sus ciudadanos.

La Unión Europea (UE) se encuentran debilitada por la dureza de la reciente recesión, el elevado nivel de paro, la frágil recuperación y por la crisis de confianza en la deuda soberana de los países con mayor déficit público de la zona euro, Grecia, Irlanda y, en menor medida, Portugal y España.

La UE también está debilitada a nivel político externa e internamente. La irrupción de China como gran potencia y la creciente tendencia norteamericana a tratar a la UE como súbdito en lugar de socio privilegiado han debilitado el protagonismo europeo internacional. Asimismo, la voluntad y la capacidad europea de actuación ha mermado, como ha quedado demostrado en durante la actual rebelión de la población de Túnez y Egipto contra sus respectivos regimenes autoritarios, que se han mantenido en el poder durante décadas precisamente gracias al respaldo europeo.

Europa carece de un líder con una visión política global a largo plazo y con el coraje político para defenderla y convertirla en realidad. La reforma institucional del Tratado de Lisboa no ha aportado el reforzamiento político esperado en la UE.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, acostumbrado a modificar sus puntos de vista en función de las antiguas presidencias semestrales, carece de credibilidad y autoridad para desempeñar esa función y el papel del Ejecutivo comunitario se está reduciendo al de un secretariado de los Veintisiete.

El presidente de la UE, Herman Van Rompuy, también ha acabado actuando más como coordinador e impulsador de consensos para las iniciativas del eje franco-alemán que como auténtico líder de la UE.

A nivel diplomático, la ministra europea de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, ha tenido hasta ahora una actuación más que discreta, con escasa iniciativa, que contrasta con el dinamismo y la efectividad lograda por su antecesor, Javier Solana, con muchísimos menos medios.

Además, entre las delegaciones nacionales comienza a preocupar que el nuevo Servicio Exterior Europeo esté controlado en la práctica por figuras británicas y que se estén recortando los poderes del secretario general y número dos, Pierre Vimont, con lo que se corre el riesgo de que se convierta en una prolongación del Foreign Office británico.

El vacío dejado por la falta de liderazgo desde las instituciones europeas es ocupado por el eje franco-alemán, cada vez más dominado por Berlín gracias al empuje económico alemán, mientras que París se ve forzado a asumir un creciente papel de acompañante para mantener su influencia en la UE.

Los demás líderes de los Veintisiete, demasiado absortos por sus problemas internos nacionales y sus intereses políticos concentrados en el corto plazo, facilitan la consolidación del papel del eje franco-alemán como recuperado motor de la integración europea.

A pesar de estas debilidades, las medidas adoptadas para hacer frente a la crisis financiera pueden convertirse en la base de un renacer europeo a partir de la zona euro mediante un reforzamiento económico, el cual abriría la posibilidad futura de una mayor integración política en otros ámbitos.

Aunque la titubeante actitud de Berlín agravó hace un año la crisis griega, la cancillera alemana, Angela Merkel, parece haber aprendido la lección y ahora promueve una mayor integración dentro de la zona euro a través del denominado «pacto de competitividad».

Este semestre se estrenará en la zona euro un control previo colectivo de los borradores de presupuestos nacionales y de los planes de reformas económicas de los países y un control reforzado del déficit público con sanciones semiautomáticas, lo que supone un salto cualitativo hacia un gobierno económico.

Si a ello se suma, como defienden Berlín y París, una mayor convergencia de las políticas laborales, sociales y tributarias, acompañada de un fortalecido fondo financiero de rescate de países en apuros, se estaría avanzado decididamente hacia un resurgimiento europeo a partir de núcleo clave de la zona euro.

Europa ve peligros en lugar de oportunidades en la revuelta árabe

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen
La excesiva preocupación por los peligros y riesgos de la revuelta árabe en Egipto y Túnez hace que Europa y Estados Unidos subestimen u olviden las enormes oportunidades de democratización, desarrollo socioeconómico y estabilidad que puede aportar a la región y a la política internacional.

La Unión Europea (UE) y EEUU se han acostumbrado desde los tiempos de la guerra fría a primar la estabilidad y la fidelidad de los regímenes políticos sobre la democracia, la libertad y el bienestar de los ciudadanos de estos estados denominados amigos.

A pesar de las reiteradas declaraciones a favor de la democracia y el respeto de los derechos humanos, tanto la UE como EEUU han apoyado y sostenido abiertamente a regímenes autoritarios, que violaban impunemente esos principios cotidianamente, pero que eran fieles a la estrategia occidental internacional.

El régimen del depuesto presidente tunecico, Zine El Abidine Ben Ali, que gobernó con mano de hierro el país durante más de 20 años es un ejemplo clamoroso, ya que contó con el respaldo europeo hasta que se descubrió que ya había abandonado el país.

El presidente egipcio, Hosni Mubarak, es otro ejemplo de ello, con casi 30 años como fiel aliado europeo y norteamericano, a pesar de sus reiterados fraudes electorales, de su implacable represión y de la escandalosa corrupción del régimen.

La timorata y titubeante actitud de la diplomacia europea ante la rebelión popular egipcia demuestra que, una vez más, el temor a la inestabilidad o a la simple posibilidad de llegada de los islamistas al poder prima sobre la voluntad democratizadora de la población y corre el riesgo de malograr una oportunidad histórica.

Turquía, pese a sus defectos, es el único estado democrático de población musulmana. La democratización de Egipto tendría un efecto dominó en toda la región, pero los estados democráticos no suelen seguir el dictado de las potencias extranjeras, sino el de su población, y eso es lo que parece preocupar más a las cancillerías europeas.

Por ello, los líderes europeos han evitado pedir a Mubarak que abandone el poder, refugiándose  en la excusa fácil de que la UE no debe injerirse en los asuntos de otros estados. La cancillera alemana, Angela Merkel, probablemente influenciada por los temores israelíes, ha defendido avanzar con “orden y prudencia” en la transición política egipcia. Y el enviado especial norteamericano, Frank Wisner, ha declarado incluso que Mubarak es necesario para pilotar la transición, a pesar de que es obvio que el presidente egipcio está maniobrando para esa transición sea más aparente que real.

Tanto la UE como EEUU dan la impresión de querer repetir los errores políticos cometidos en los territorios palestinos en enero del 2006, cuando Hamas ganó limpiamente las elecciones al Parlamento Palestino. En lugar, de trabajar con esa realidad fruto de la voluntad popular, la UE interrumpió la ayuda financiera a la Administración palestina y condenó a los territorios palestinos al caos político y a toda la región mediterránea a una mayor inestabilidad y violencia.  

La falta de apoyo decidido de la UE a la población egipcia que desafía al régimen autoritario puede conducir a la sofocación o asfixia de la revuelta y reforzar aún más a los grupos islamistas, como los Hermanos Musulmanes, que aparecerán como únicos dispuestos a luchar por un verdadero cambio de régimen y defender los intereses de la población, el escenario que precisamente quieren evitar la UE y EEUU.

En una nueva muestra de esa actitud, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, ha advertido precisamente hoy que la revuelta árabe puede tener “un impacto negativo en Europa”, porque puede incrementar la inestabilidad en la región e incrementar los flujos de inmigración ilegal hacia la UE, y ha prevenido a los gobiernos que no pueden seguir recortando los presupuestos de defensa, porque el futuro puede ser peligroso.

Berlín quiere un gobierno económico alemán en la UE

La cancillera alemana, Angela Merkel, y el presidente de la UE, Herman Van Rompuy, durante la cumbre europea de diciembre del 2010 en Bruselas



Alemania, que se había resistido hasta ahora a avanzar hacia un auténtico gobierno económico europeo como defendía Francia e insistía en limitarlo a una mera cooperación intergubernamental para no ceder soberanía, parace decidida a dar un salto cualitativo hacía una mayor integración política en materia económica para acabar con la crisis de desconfianza hacia la zona euro y acabar con los ataques especulativos de los mercados financieros. Eso sí, ese gobierno económico europeo se basará en el modelo alemán.
La cancillera alemana, Angela Merkel, quiere impulsar en la cumbre europea que se celebrará el próximo 4 de febrero en Bruselas la discusión de un pacto de rigor económico y competitividad en la zona euro. Ese pacto sige precisamente el modelo alemán, que en opinión de Berlín ha demostrado su eficacia, ya que Alemania es el primer exportador europeo, sin que la revaloración del euro frente al dólar le haya hecho perder mercados exteriores.
La adopción detallada de ese plan en la futura cunbre europea de finales de marzo es la contrapartida que exige Alemania para reforzar el fondo de rescate de países en apuros, como reclaman el Banco Central Europa (BCE) y la Comisión Europea.
La propuesta de Merkel cuenta con un respaldo general de París, pero ha levantado ampollas en la Comisión Europea porque teme que la iniciativa debilite su propio papel en la gestión económica de la Unión Europea (UE).
Merkel quiere establecer un verdadero gobierno económico europeo a partir de la zona euro, que coordine de forma estrecha no sólo las políticas presupuestarias y económicas, como ya estaba previsto, sino también las políticas sociales, laborales y tributarias.
El objetivo es lograr una mayor competitividad y un fuerte crecimiento económico que permita a los países con elevado déficit y deuda sanear sus cuentas públicas y que evite nuevas crisis de confianza en la deuda pública de los países europeos.
El pacto alemán de competitividad, según el proyecto manejado por Berlín, introducirá una serie de indicadores objetivos de competitividad, con unos niveles mínimos que deberán alcanzarse, entre los cuales se barajan el nivel de exportaciones, los salarios del sector público y la inversión en educación e investigación.
Como primeras medidas concretas a aplicar en los próximos doce meses, Merkel quiere un acuerdo para la supresión de la revisión automática de los salarios en función de la inflación, el reconocimiento mutuo de títulos universitarios y profesionales entre los Veintisiete para facilitar la movilidad laboral, la creación de una base de cálculo común para el impuesto de sociedades, el acabar con la competencia tributaria desleal como la que práctica Irlanda, el retraso de la edad de jubilación en función de la evolución demográfica y el establecimiento de un sistema para la resolución de las crisis bancarias que no sea a cargo del contribuyente.
Merkel propondrá además a los otros líderes europeos que incorporen a su legislación nacional normas estrictas para limitar el nivel de déficit y deuda pública, como ha hecho Alemania.
La cumbre permitirá un primer debate sobre estas propuestas, aunque no se prevé que se pueda alcanzar un acuerdo sobre los detalles de ese plan hasta finales de marzo. Para desbloquear los obstáculos y resistencias que pueda plantear la negociación de ese ambicioso programa ya ha comenzado a barajarse la posibilidad de celebrar una cumbre extraordinaria adicional a principios de marzo. 

La UE deja ejecutar a uno de sus ciudadanos en Irán

Ejecuciones en Irán en septiembre del 2007


La Unión Europea (UE) ha dejado ejecutar en Irán a uno de sus ciudadanos sin haber hecho nada efectivo para evitarlo y ahora se limita a reiterar sus habituales e ineficaces condenas políticas. La ciudadana holandesa de origen iraní Sarah Bahrami, detenida en diciembre del 2009 durante las manifestaciones contra la reelección del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, fue ahorcada el pasado 29 de enero en Teherán.

La mujer de 46 años, nacida en Irán, y nacionalidad holandesa, fue condenada a muerte el pasado 2 de enero, tras una farsa de juicio sin la más mínima garantía, en el que se le negó toda asistencia consular y tras haber sido sometida a torturas durante su cautiverio.

El Gobierno iraní que anunció en su momento la detención de Sarah Bahrami por motivos de “seguridad” y por pertenencia a un grupo opositor al régimen, cambió posteriormente la acusación por el sorprendente cargo de tráfico y posesión de drogas.

Las autoridades iraníes alegaron que en un presunto registro en la vivienda donde vivía la detenida se habían hallado 450 gramos de cocaína y 420 gramos de opio y que las investigaciones policiales habían permitido descubrir que había vendido 150 gramos de cocaína, un giro extraño y muy beneficioso para el régimen en el procesamiento de un detenido político.

El Gobierno holandés anunció tras la ejecución que suspendía todos los contactos diplomáticos con el régimen iraní y aseguró que había hecho todo lo posible por evitar la ejecución de su ciudadana.

La 'ministra' europea de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton, emitió la enésima declaración de condena de la UE contra Irán, pero no propuso ninguna medida concreta adicional contra el régimen, ni tampoco explicó qué medidas había adoptado la UE –si es que había adoptado alguna-- para proteger a uno de sus ciudadanos tras su detención en diciembre del 2009.

La UE, pese a sus pretensiones de gran potencia mundial, ha sentado un funesto precedente de cara al futuro para la seguridad de los ciudadanos europeos en el extranjero, ya que ha dejado claro que no está dispuesta a actuar de forma decidida frente a régimen autoritario para protegerlos.